Argentina
es sinónimo de buen vino. Altamente reconocido a nivel mundial, el
vino argentino es uno de los atractivos gastronómicos ineludibles a
la hora de visitar el país.
Vino
la alegría. En su “Soneto del vino”, Jorge Luis Borges se pregunta: “¿En
qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa conjunción de los
astros, en qué secreto día que el mármol no ha salvado, surgió la
valerosa y singular idea de inventar la alegría?”. El poeta asocia
el vino a la alegría. La alegría que nunca falta en la mesa de los
argentinos. La alegría que se comparte con amigos y acompaña un
buen asado. La alegría que activa nuestros sentidos y nos lleva a
descubrir el misterio de la uva.
El
vino argentino. Argentina
se encuentra entre los primeros productores de vino a nivel mundial
ya que posee inmejorables condiciones de tierra, agua y clima para la
elaboración de vinos finos con uvas de gran calidad.
El plus que posee con respecto a otros vinos es su capacidad
antioxidante. Por la altura donde se ubican sus viñedos, las escasas
precipitaciones y la poca nubosidad que permite una fructuosa
exposición solar sobre los cultivos, el vino argentino está
considerado como uno de los más saludables del mundo. Las
principales regiones productoras son: Cuyo (Mendoza y San Juan),
Noroeste (Salta, Catamarca y La Rioja) y la Patagonia (Río Negro).
Un
poco de historia. El
cultivo de la vid llega a la Argentina con la conquista española. En
1493,
Cristóbal Colón introduce las primeras variedades en las Antillas
centroamericanas pero, no prosperan a causa del clima tropical.
Recién en 1543 la ciudad de Salta recibe la vid a través del Alto
Perú y, posteriormente, encuentran un mejor asentamiento en
Cafayate. Con la fundación de ciudades como Mendoza y San Juan,
ingresan viñas desde Chile para luego diseminarse por todo el
territorio. La expansión de las cosechas se encuentra estrechamente
relacionada con la difusión del cristianismo ya que el clero
necesitaba del vino para celebrar misa. Hacia 1852, el pensador
sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento invita al francés Michel Aimé
Pouget a traer sus conocimientos enológicos y agrícolas a Mendoza.
Pouget, entonces, introduce en la Argentina las primeras variedades
francesas, como Cabernet Sauvignon, Pinot Noir y recocida Malbec.
Las
mejores cepas. Dentro
de las cepas tintas, en Argentina se destacan: el Cabernet Sauvignon,
el Bonarda y, por supuesto, el Malbec. El primero es un vino colorado
y tánico con aromas de pimienta, casis, fresa y regalís. El segundo
es menos ácido que el anterior, más frutado y ligero, con aromas de
frutos rojos. El último y más importante en la industria
vitivinícola argentina es intenso y frutado, muy tánico, de color
intenso y con reflejos violáceos, con aroma a fresas.
En cuanto a las cepas blancas, predomina la producción de
Chardonnay, Sauvignon Blanc
y Torrontés. El primero es un vino fino y aromático, de buena
persistencia en boca, con aromas de cítricos, manteca, almendras y
pan tostado. El segundo es seco, con aroma a
espárragos y hierbas, con un tino ahumado. El último y más
reconocido de los vinos blancos en nuestro país se caracteriza por
su aroma intenso y sus tintes de frutos tropicales y flores blancas.
Actualmente el torrontés sólo existe en Argentina y se cultiva
principalmente en el Valle de Cafayate.
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