Tangol 07/08/2017

La ciudad de Manaos existe en medio de la selva de la Amazonia sin llevarle la contraria al pulmón vegetal del mundo y más bien tratando de acoplarse a cada forma de vida posible, para imitar lo existente y camuflarse sin imponerse porque ya se sabe que lo que es contrario a la naturaleza no es bello. Manaos es muy bella. De hecho se trata de una urbe que, pese a estar en el corazón de la selva más densa del mundo, siempre ha estado un paso por delante de otras ciudades de Brasil. Es que entre 1890 y 1920 gozó de la denominada 'fiebre del caucho', y eso se tradujo en un desarrollo con el que Río de Janeiro o Sao Paulo ni siquiera soñaban en esa época. Para los cronistas europeos que venían a conocerla a principios del siglo XX, Manaos era París en medio de la selva. Nadie podía creerse que en el lugar más recóndito de la jungla amazónica existiera un sistema de alumbrado público total y un servicio eficiente de distribución de agua potable en una época en que ambas cosas estaban comenzando a verse en el mundo entero.

Hoy la ciudad tiene mucho más que ofrecer, y el sentimiento de perplejidad se mantiene intacto entre los visitantes. Lo primero que nota el turista que llega por primera vez a Manaos es que el clima es pegajoso y húmedo. Bienvenido a la selva. Luego se puede notar que el sistema de transporte más usado por la gente es el mototaxi y que los habitantes sienten un profundo orgullo por su arquitectura. Sí, por su arquitectura. Claro que los locales hablan de la selva, de los ríos, de la fauna y de la tremebunda flora, pero es que la arquitectura de Manaos no es poca cosa. Por eso al preguntar a cualquier habitante de la región amazónica qué hacer en Manaos, lo primero que hará es sin duda invitarnos a conocer el Teatro Amazonas.

Desde 1881 se comenzó a hablar de construir una edificación colosal en Manaos para llamar la atención del planeta entero, y el 31 de diciembre de 1886 se inauguró el Teatro Amazonas con la presentación de óperas europeas que llenaron de contrastes la escena local. Desde entonces, los turistas y los propios pueden exponer sus cerebros a la locura de ver a los mejores exponentes de la música clásica mundial en medio de la selva. La otra construcción colosal de Manaos es el Puente Río Negro, el cual mide cuatro kilómetros de largo. El cual muestra al río Negro en todo su esplendor y permite la comunicación entre Manaos e Iranduba. Muy cerca de allí hay otra forma de conocer el río Negro: en un crucero. Pero, ¿es necesario embarcarse para disfrutar de un río de aguas oscuras? La verdad es que no se trata de cualquier experiencia. El río Negro confluye con el río Amazonas y el espectáculo es para atesorarlo en el pecho durante toda la vida. Cada masa de agua guarda su independencia: el agua marrón del amazonas se toca con la oscura del río negro, pero no se mezclan. Se trata de un espectáculo que aún la ciencia trata de explicarse y que los ojos humanos prefieren disfrutar al no poder entenderlo.

Pero ahí no termina Manaos. La ciudad parece estar tratando de provocar al turista, que se lleva una y otra sorpresa cuando cree haber llegado al límite de lo lógico. Es que en la selva del Amazonas también hay delfines. Los visitantes nunca deben dejar de considerar los tours para nadar con los delfines de los ríos Solimões y Negro, criaturas míticas cuyos colores van del gris al insólito rosado. Otro paseo para el que hace falta embarcarse durante unos 20 minutos y recorrer el Río Negro es el que lleva al Museo del Caucho, un lugar que resume la historia del Amazonas como fuente de materia prima para el mundo, pero que además muestra cómo es el proceso de extracción del caucho de los árboles y cómo se procesa. Y claro: si hay delfines también hay playa. En Manaos está Ponta Negra, una costa del Río Negro perfectamente acondicionada para que la gente se meta a disfrutar y adquiera un exótico bronceado selvático.

Pero quienes quieran una experiencia rotunda de la selva deben saber que también hay un tour de tres días que lleva a los turistas desde Manaos en lancha rápida por el Río Negro hasta el pueblo de Cacau Pirera, donde inicia otra travesía en auto hasta la aldea de Paricatuba y luego otra más breve en agua hasta unas cabañas que son el idilio de la selva. Esa es quizá la experiencia más radical que pueden disfrutar los turistas, pero también una de las más completas, pues está llena de recorridos por la naturaleza del Amazonas y su realidad. Manaos es un universo entero. Es una de las 20 mejores ciudades para hacer negocios en toda América Latina y uno de los destinos turísticos más exóticos del planeta entero, donde lo bello parece que no se acaba nunca.

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