En
la provincia de San Luis se esconde la combinación perfecta entre
clima, vegetación y paisaje. Un lugar para relajarse,
aprender y aventurarse en la historia del país.
Poco
puede decirse sobre si sus primeros
habitantes, los indios comechingones, conocían de la magia que
encerraban estas sierras. Tampoco se puede afirmar con seguridad, que
en 1797, cuando se fundó la villa en honor al Virrey del Río de la
Plata, Don Pedro de Melo, los conquistadores españoles supieran de
las cualidades casi únicas que caracterizaban a estos terrenos.
La realidad es
que la Villa de Merlo, en la provincia de San Luis, es uno de los
tres microclimas que hay en el mundo, podio que comparte con las
Islas Canarias y parte de la costa de California. Una
barrera al aire húmedo del Atlántico, rocas de larga data y la
liberación de oxígeno, producto de la descomposición de granito,
son los elementos fundamentales que hacen que el ambiente sea cálido
y reconfortante, característica que se mantiene todo el año y
convierte a la villa en un tesoro natural.
Molles,
tabaquillos, talas, cocos y hierbas aromáticas constituyen parte de
su frondosa vegetación ya
que el clima suele oscilar entre los 18 y 33 grados en verano,
manteniéndose un promedio de los 17 grados para el invierno. Al
margen de su imponente paisaje, que se seduce a cualquier turista con
alma de pintor, la Villa de Merlo cuenta con numerosas variantes a
la hora de recorrer los senderos del viajero.
En
los últimos años,
la provincia promovió un tipo de turismo que se denomina ecoturismo,
que combina actividades deportivas con avistaje de pájaros,
caminatas al aire libre, paseos en caballo y en bicicleta, para
adentrarse así, en la profundidad de la naturaleza abundante que
regala la sierra. Otra
excelente opción para conocer algo diferente, y sobre todo para los
más aventureros, es la colonia Cerro Áspero, un lugar donde se
instaló hace más de cuarenta años una empresa minera que extraía
volframita, un mineral mezcla de hierro y manganeso, y donde hoy
quedaron sus ruinas. Ideal para los que aman disfrutar del misterio
de los túneles, galerías y usinas de uno de los oficios más
antiguos de América.
Una
mina muy
conocida es la de Los Cóndores, que sólo queda a 50 kilómetros de
la Villa, donde se puede descender por diferentes niveles de
profundidad y encontrar tungsteno, mineral que se utiliza para
endurecer al acero. Para
los visitantes que adoran la historia, es fundamental que visiten el
Yacimiento Paleontológico de Bajo Véliz, una de las principales
reliquias que cuenta con 286 millones de años de antigüedad. Y
tampoco pueden perderse del Parque Nacional Sierra de las Quijadas,
un espacio de 150.000 hectáreas de formaciones geológicas, de
colores rojizos que penetran la vista de los espectadores más
distraídos.
Pero
si
el calor comienza a hacerse cuerpo, es mejor dejar estas huestes para
días más amenos y sumergirse en las aguas del arroyo Papagayos, a
40km de la Villa de Merlo. Cascadas enormes que descienden de
formaciones rocosas y abundante vegetación son parte de una
propuesta a considerar. Sin
embargo, partir de Merlo sin
haber probado alguno de sus productos regionales no es un buen
indicio. Todo aquel que se autodenomine un explorador nato deberá
degustar los quesos de Los Nadis, productos lácteos sin aditivos ni
conservantes, o los alfajores de Doña Chocolata y por qué no las
aceitunas del Establecimiento Merlín.
Por
su parte, para los amantes del arte
también es recomendable que se acerquen al Paseo de los Artesanos o
a la ExpoFeria La Paloma, donde podrán comprar desde tejidos hasta
monedas caladas.
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