Nadie
puede imaginar
que la mezcla de harina, azúcar y dulce de leche pueda convertirse
en tan gustoso convite. Sin embargo, el alfajor nació hace más de
cinco siglos y hoy se fabrica de variados sabores.
Cuenta
la historia que el origen de la golosina se remonta a
los países árabes, aunque alcanzó popularidad en España en los
tiempos de Colón. En la Argentina conserva una tradición de 130
años.
El arribo al
país fue en 1869 en Córdoba, gracias a un químico francés llamado
Don Augusto Chammás que creó una fábrica de dulces y confites,
donde ideó la fórmula de dos galletitas o masas horneadas redondas
unidas por algún relleno y bañadas en chocolate. Le puso el nombre
de “alfajor” y comercializó con éxito la golosina. Su
elaboración es sencilla y hay de diferentes sabores como los
regionales, con frutilla o merengue, chocolate blanco o negro, o
mismo de maicena. A su vez, los empresarios más innovadores leyeron
los deseos del público y le agregaron a la clásica fórmula una
galletita más, generando los alfajores de tres pisos.
En
nuestro país, los alfajores más conocidos son los de Havanna.
La empresa marplatense nació en 1947 y goza de un prestigio
internacional ganado en base al exclusivo sabor de su dulce de leche
artesanal. Asimismo,
la industria del alfajor está en plena evolución. Según un informe
del Ministerio de Economía, durante el primer trimestre de 2008, se
exportaron toneladas por 2.1 millones de dólares, registrando un
crecimiento en volumen y valor del 46% y 42% respectivamente.
Con
mousse
de limón o chocolate, glaseados o frutales, los alfajores se
convirtieron en el acompañante perfecto para un buen café a la
mañana o para disfrutar en las tardes junto a un mate entre amigos.
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